Bildu en Catalunya
Toni Strubell
El independentismo catalán ahora reclamado debe basarse en la unidad de programa y en una estrategia que tenga claro que gobernar con los que niegan la realidad nacional de Catalunya y su derecho a decidir es un error imperdonable
El último fin de semana de julio se dio una de esas magníficas ocasiones para profundizar en las relaciones entre el movimiento independentista vasco y el cata- lán. Con seis actos públicos realizados, los representantes de Bildu -Mariano Alava y Lorena López de Lacalle- pudieron explicar a los medios y a unas mil personas -en una convocatoria abierta de Solidaritat a los demás grupos- el proceso vivido por Bildu en los últimos tiempos. Quizás ahora toque el turno de corresponder y explicar a los lectores vascos el momento por el que pasa el independentismo catalán, y más concretamente, cuál es la estrategia que está llevando a cabo Solidaritat Catalana per la Independència (SI) para que éste se unifique en torno a un programa coherente, sólido e inteligente.
En Catalunya el independentismo está tristemente dividido desde casi siempre, siendo CiU y el unionismo español los grandes beneficiarios de esta deprimente estupidez. Con esto no descubrimos nada nuevo. Existen diferentes organizaciones políticas que deberían confluir en torno a las grandes citas del futuro, la más importante de las cuales es, sin duda, la contienda electoral del 2014. Ese año marcará el tercer centenario de la pérdida de las libertades nacionales catalanas tras la debacle del 11 de septiembre. Para el 2014, o mucho antes esperemos, el independentismo catalán tendrá que haber hecho un montón de deberes, el primero de los cuales es el de regenerar el independentismo como opción política. No vamos a buscar aquí culpas ni excusas sobre las razones que provocaron esa degeneración. Todos tenemos nuestra parte de culpa.
Lo cierto es que el independentismo político no ha estado a la altura de las ilusionantes expectativas creadas por iniciativas como las Consultes sobre la Independència (2009-2011) o la misma oleada de protesta del 10J, en que un millón de catalanes se manifestaron por las calles de Barcelona al grito casi unánime de «independència» tras el fallo del TC (28.6.2010) que puso fin al espejismo autonómico en Catalunya.
La lamentable situación económica de Catalunya es otro de los factores que deben llevar a una pronta unificación de ese independentismo. Y quizás ayude a ello en un país donde los recortes han sido de auténtico escándalo. Ya no se debe esperar más si hay que salvar los puestos de trabajo y las industrias que quedan en pie tras una crisis que se ha cebado en una Catalunya desprovista de capacidad de decisión e inversiones. El independentismo unido y fuerte deberá poner fin a la sangría de 20 mil millones de euros anuales que marchan a la tesorería española sin retorno en inversiones. ¡Veinte mil millones de euros al año! Es evidente que CiU no está en condiciones de impedir este saqueo habiéndose comprometido ya a un pacto de maquillaje fiscal como meta. Nos lo venderán, sin duda, como algo «histórico», como ya hicieron en otras ocasiones en que sus pactos no lograron poner fin al espolio fiscal ni asegurar una financiación adecuada para el país. Y a la vista está la enorme deuda que va acumulando. Con el anti-independentista Duran Lleida designado para seguir liderando a CiU en el frente madrileño, es evidente que el abrazo con el PP más anticatalán de la historia está servido.
Para que el independentismo cuaje electoralmente en un amplio e imparable movimiento de liberación nacional y social, deben producirse diversos fenómenos. Por un lado, tiene que acabar de desmoronarse cualquier atisbo de confianza catalana en un futuro próspero dentro del Estado español. Por que es a todas luces imposible. En el propio campo independentista, debe superarse una larga y estéril etapa marcada por los personalismos, el síndrome del «salvapatrias» y la cultura del comedero político.
Los partidos políticos no pueden ser agencias de colocación y mucho menos si pretenden conseguir algo tan complicado como la liberación de un pueblo y la gente que lo puebla. En este sentido, es vital la recuperación de ERC del profundo agujero en que está metido.
El independentismo catalán ahora reclamado debe basarse en la unidad de programa y en una estrategia que tenga claro que gobernar con los que niegan la realidad nacional de Catalunya, y su derecho a decidir -por muy progresistas que se las pinten- es un error imperdonable. Es en esta línea que deben unificarse estratégicamente los diferentes grupos políticos independentistas, desde Solidaritat Catalana per la Independència, CUP y Reagrupament, por un lado, hasta ERC y esa parte del electorado de CiU e ICV que todavía vota autonomismo, pero que parece aspirar al soberanismo. Cuando esto pase, el unionismo español empezará a notar que no es sólo con Bildu con quien tiene quebraderos de cabeza para crear su utopía unitaria española. Y si algún día además comprende lo que es la democracia verdadera, deberá aceptar que podamos ser tardías naciones libres de Europa. De eso se trata.
Article publicat al diari GARA a 13 d'agost de 2011