Los que le conocieron en vida admiraron al patriota con el que crecieron el prestigio, la capacidad de resistencia y el ejemplo de militancia política de los cubanos.
La firmeza le vino de su propia raíz popular, de la fe en la victoria y del trabajo creador, persuasivo y útil.
Su mérito más relevante fue unir a los cubanos en una unidad dinámica, históricamente concebida y dialécticamente lograda.
El sorteo con sabiduría los vestigios del caudillismo de la Guerra de los 10 años, donde los jefes militares pretendieron que sus bondades y servicios a la patria, que fueron realmente grandes, y sus verdades, que fueron realmente respetables, fuesen las únicas verdades y bondades y determinasen inequívocamente el destino de la nación.
La independencia de Cuba fue la brújula de su gesta, la lucha por la dignidad humana el patrón moral que lo convirtió en apóstol americano.
Es cierto que al final no pudo terminar machete en mano esa batalla incesante contra el colonialismo, es cierto que sus conocimientos y la practica militar no ocuparon un lugar preponderante en su vida, pero cuando le llego la hora fue digno del hombre y de la fama del héroe.
José Antonio Torres
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